lunes, 14 de noviembre de 2011

La difícil búsqueda de la autorrealización

Leonardo Boff

2011-11-04



  Prevalece ampliamente hoy en día una erosión de los valores éticos que normalmente eran vividos y transmitidos por la familia y después por la escuela y la sociedad. Esa erosión ha hecho que las estrellas-guía del cielo quedasen encubiertas por las nubes de intereses dañinos para la sociedad y para el futuro de la vida y el equilibrio de la Tierra.
No obstante esta oscuridad, hay que reconocer también la aparición de nuevos valores ligados a la solidaridad internacional, al cuidado de la naturaleza, a la transparencia en las relaciones sociales y al rechazo de formas de violencia represiva y de transgresión de los derechos humanos. Pero ni aun así ha disminuido la crisis de valores, especialmente en el campo de la economía de mercado y de las finanzas especulativas. Estas son las que definen los rumbos del mundo y el día a día de los asalariados, que viven bajo la permanente amenaza del desempleo. Las crisis recientes han denunciado a las mafias de especuladores instalados en las bolsas y en los grandes bancos, cuyo elevado número y capacidad de rapiña del dinero ajeno casi hizo derrumbarse el sistema financiero mundial. En vez de estar en la cárcel, tales bellacos, después de pequeños reajustes, han vuelto al antiguo vicio de la especulación y al juego de la apropiación indebida de los «commons», de los bienes comunes de la humanidad (agua, semillas, suelos, energía, etc.).
Esta atmósfera de anomia y de que todo vale, que se extiende también a la política, hace que el sentido ético quede embotado y, ante la corrupción general, las personas se sientan impotentes y condenadas a la amargura ácida y a la resignación humillante. En este contexto muchos buscan sentido en la literatura de autoayuda, hecha de trozos de psicología, sabiduría oriental, espiritualidad con recetas para la felicidad completa, todo ello una ilusión, porque no se sustenta ni se apoya en un sentido realista y contradictorio de la realidad. En el fondo todo termina con las siguientes recomendaciones: dado el fracaso de las instancias creadoras de sentido, como son las religiones y las filosofías, y habida cuenta de la confusión de visiones del mundo, de la relativización de valores y del vacío del sentido existencial, busque usted mismo su camino, trabaje su Yo profundo, establezca usted mismo referencias éticas que orienten su vida y busque su autorrealización. Autorrealización: la palabra mágica cargada de promesas.
No seré yo quien combata la autorrealización después de haber escrito El águila y la gallina, una metáfora de la condición humana (Trotta 2002), libro que estimula a las personas a encontrar en sí mismas las razones de una autorrealización sensata. Ésta resulta de la sabia combinación de la dimensión águila y de la dimensión gallina. Cuándo debo ser gallina, es decir, concreto, atento a los desafíos de lo cotidiano, y cuándo debo ser águila que busca volar alto para, en libertad, realizar potencialidades escondidas. Al articular tales dimensiones se crea la posibilidad de una autorrealización exitosa.
Pienso que esta autorrealización sólo se alcanza si incorpora seriamente otras tres dimensiones. La primera es la dimensión de sombra. Cada cual posee su lado autocentrado, arrogante, y otras limitaciones que no nos ennoblecen. Esta dimensión no es un defecto sino un signo de nuestra condición humana. Acoger tal sombra, y cuidar de que sus efectos negativos no alcancen a los demás, nos hace humildes, comprensivos con las sombras ajenas y nos permite una experiencia humana más completa e integrada.
La segunda dimensión es la relación con los otros, abierta, sincera y hecha de intercambios enriquecedores. Somos seres de relación. No hay ninguna autorrealización si se cortan los lazos con los demás.
La tercera dimensión consiste en alimentar un cierto nivel de espiritualidad. Con esto no quiero decir que la persona deba pertenecer a alguna confesión religiosa. Puede ocurrir pero no es imprescindible. Lo importante es abrirse al capital humano/espiritual que, al contrario del capital material, es ilimitado y hecho de valores como la verdad, la justicia, la solidaridad y el amor. En esta dimensión surge la pregunta inaplazable: ¿Qué sentido tiene al final mi vida y todo el universo? ¿Qué puedo esperar? ¿La vuelta al polvo cósmico o el abrigo en un Útero divino que me acoge así como soy?
Si esta última es la respuesta, la autorrealización traerá profundidad y una felicidad íntima que nadie puede quitar

BERLUSCONI ante las leyes

Juan María Alponte


Para mis alumnos de la Universidad donde esta semana terminaremos el semestre.

Desde 1994 hasta el final del año 2011, Silvio Berlusconi –9,000 millones de dólares de fortuna según Forbes- ha utilizado el poder para blindar, sobremanera, sus numerosas trasgresiones a las leyes. Superó las orgias en el cuadro de un psicodrama, perfectamente dosificado, que le proyectaba en el mirador del “macho latino” por encima de la ley. Esa parte pueril del Homo demens puede eludirse, al margen de sus efectos sociales y culturales, para evitar un análisis súper-moralizador –igualmente repugnante- que pierde, en su construcción, una verdadera y auténtica crítica ética.
En efecto, Berlusconi utilizó el poder, el kratós, contra el demos, contra el pueblo y, sin embargo, su efecto de sugestión, el estar por encima de la ley incrementando su fortuna y centrándola en el control de medios electrónicos y tipográficos enormes, revela, como en el caso de Murdoch, que los medios, sin una formulación ética, pueden subvertir todos los valores. Un rostro en la televisión es un poder; su control puede generar, a la larga, una especie de identificación –subyacente- con el éxito. Berlusconi, como Murdoch, hizo de los medios un sistema de mensajes que, en última instancia, vaciados de contenido ético, generaban una adhesión primaria o si mejor se quiere un masoquismo primario.
Berlusconi vinculó los medios a su travesía política desde 1994 y los hizo a su imagen: reduciendo los correlatos políticos y culturales a su persona, es decir, a su personaje. La pequeña pantalla proyectaba sus viajes en yate a lo largo de las costas peninsulares –así hizo en su primera etapa electoral- como un viaje colectivo exitoso que traspasaba a las clases medias –electores decisivos- la idea de que la política era la vía de un ascenso, no de un compromiso. Si a ello se añadía, en la persona, el estímulo sexual, el discurso había ganado la partida a la palabra, es decir, al logos organizado como racionalidad.
La revolución, toda revolución verdadera, entraña una revolución sexual. La de Lutero se expresó, antes de abandonar el celibato y casarse, en la ruptura con Roma, es decir, con el pensamiento único, con la dictadura única. No hay que olvidar que la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (26 de agosto de 1789) fue condenada por el Papa Pío VI, el 29 de marzo de 1790 ante el Consistorio de los Cardenales, como contraria a la Iglesia y la Sociedad.
La revolución sexual derivada de una revolución como la luterana y las que le han sucedido no es, no son, una incitación al libertinaje, sino una afirmación de libertad de elección y de respeto a la otra parte: a la persona con mayúscula, al Antropos.
Berlusconi, como muchos magnates del universo de Wall Street –irresponsables especuladores de productos tóxicos- no afirmaba una revolución sexual, sino la prueba de que el poder podía comprar el sexo (inclusive el de menores) y salir impávido y libre de responsabilidades como una prueba del éxito.
Ese esquema es el del pavor, no el de la libertad que exige y postula, por otra parte, la plena responsabilidad del acto sexual. Por ello, sin más, el libertinaje no tiene nada que ver con la libertad y, de la misma forma, el potentado llamado Berlusconi que prometía “todos seremos ricos” ha terminado en Italia ante el desastre económico de Italia y el dilema de que todos pueden ser pobres o desempleados que es la tragedia de una sociedad contemporánea.
Liberar a Italia de Berlusconi será tan difícil y tan necesario en el fondo, como liberar al mundo del proyecto de Murdoch de construir –destruir- la prensa y los medios electrónicos con los escuchas de alcoba y los secretos sexuales fuera de la alcoba sacralizada.
Esos métodos nos devuelven a la necesidad imperiosa de exigir, a los medios, la inteligencia crítica y no la versión del lodo. Montesquieu definió –por ello es uno de los creadores fundamentales de la Ciencia Política- muy bien lo que nunca podrán asumir ni establecer los Berlusconi –que los hay a escala, con menos éxito pero con la misma fritanga- porque Montesquieu nos dejó estas dos parábolas para el análisis: “Una nación libre puede tener un liberador; pero una nación subyugada no puede tener nada más que otro opresor”.
Montesquieu, poco leído salvo en la idea de los tres poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, añadía algo muy revelador: que un solo hombre con la fuerza suficiente para derrotar a un monarca absoluto puede usar esa misma fuerza para convertirse, él mismo, en un déspota. Lectura de una importancia capital.
En efecto, Berlusconi, suplantó los viejos poderes con un inmenso arcaísmo psicológico y sociológico: “Yo soy el éxito y ustedes puedes tener lo mismo”. No era una proposición de desarrollo de la sociedad, sino una apelación a un modelo, patriarcal-autoritario, que elude la ley. El desarrollo no es como lo indicaba, Berlusconi y otros más, con el yate. El desarrollo es el tránsito de un pueblo de un nivel a otro más alto de su acción histórica.
Lo que nos deja Berlusconi –los Berlusconi infantiles del Casino Royal o los campamentos de los pisos de Cancún- es una peste emocional terrible: que lo que hay que hacer es estar por encima de la ley. Nunca aprendieron, los Berlusconi –existen, como deseo, montones en la clase política- que en la Carta Magna de 1215 el Parlamento inglés impuso la Ley por encima del Rey.
Ahora, sin el sillón de Primer Ministro, el blindaje contra las leyes que le cercan, convertirán a Berlusconi en un tránsfuga. Servirá, posiblemente, para que los psiquiatras profundicen los secretos de la neurosis del poder, pero, para los pueblos –Italia en este caso- es un país en ruina económica con uno de los hombres más ricos de Europa. Lección magistral de la que cabe aprender.

miércoles, 11 de mayo de 2011

La violencia y los ciudadanos

Definitiva y dolorosamente a todos los ciudadanos nos ha tocado vivir hechos violentos y quienes sólo la han vivido atraves de noticieros son los mejor librados, pero la realidad es que a todos, de un modo u otro, nos llega la violencia. Por esta razón es que aprecio, participo y respeto las expresiones contra la inseguridad, el reclamo por dolorosas pérdidas y la unión ciudadana pidiendo justicia y paz. Es lo menos que nos merecemos.

Por la marcha nacional encabezada por Javier Sicilia me asombró el rechazó que despertó en muchos ciudadanos y me pregunto: ¿en serio creen que a ellos, quienes critican, jamás les va a tocar sufrir por la violencia? o al menos, ¿no pueden sentir empatía ante el dolor de sus semejantes?  ¿que pasa?

Algunas personas dijeron, y con razón, que esta marcha fué contra el gobierno y que no había ni una sóla exigencia contra los delicuentes. Cierto, pero ¿cómo vamos los ciudadanos a pedirles a los delicuentes que vuelvan al "buen camino" o a respetar ciertos códigos? Es claro: si nos hicieran caso no serían delicuentes. Obviamente la exigencia se la hacemos a los diferentes niveles de gobierno, a los senadores, diputados y en general a los partidos de todos los colores (ningún partido puede hacerse cómo que le habla la virgen).

Lo que me pareció una bajeza fue el que ciertos grupos totalmente politizados aprovecharan esta marcha ciudadana para atraer reflectores. No se trata de si se está de acuerdo o no con las razones que cimentan a estos grupos, sino del hecho de que se colgaron de una marcha llena de dolor buscando los reflectores. Con esto, lo único que se logró fué que una buena parte de la población repudiara la marcha, polarizaron en un momento en que el objetivo debe ser unir a los mexicanos.

Cómo ciudadanos todos teníamos el derecho a participar en la marcha, pero ¿porque hacer alarde del grupo al que se pertence? ¿no saben que con su presencia despertaban el sospechosismo de muchos? ¿que al polarizar con su presencia a la población le restarían fuerza y, sobre todo, credibilidad al movimiento de Sicila? ¿nada les importa con tal de salir en televisión y periódicos?

Lo que quedó bien claro es que esos grupos nomás "ven caballo y se le ofrece viaje" que poca...

La marcha fué una marcha de dolientes, respeten!!

Paulina Arias