BRAVO
Jorge G. Castañeda
17 Dic. 09
Quienes criticamos duramente al gobierno de Felipe Calderón cuando discrepamos, como ha sido mi caso desde un inicio con la guerra contra el narco, tenemos también la obligación de aplaudir y apoyar, con la misma convicción y vehemencia, aquellas acciones con las cuales estamos de acuerdo. Éste es mi caso sobre las reformas institucionales presentadas por Calderón antier, que considero son la propuesta más trascendente en México desde el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica de Salinas en 1993. Y lo es por tres razones.
La primera: sin reformar las instituciones esenciales del régimen político del viejo autoritarismo priista, México está paralizado. El sistema político mexicano desde 1997, cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara, no funciona. No permite tomar decisiones, innovar, ni enfrentar los grandes retos del país. Poner al principio y al frente estas reformas en lugar de seguir queriendo sacar las fiscales, energéticas, laborales y de seguridad con el andamiaje de antes, constituyen un cambio dramático muy pospuesto por Zedillo, Fox y Calderón.
Segunda razón: le arrebata la iniciativa al PRI y al PRD. Le roba el mandado a priistas ágiles e ilustrados como Beltrones, al obligarlos a definirse sobre sus propias propuestas. En lugar de esperar el visto bueno del PRI para las reformas posibles, ahora Calderón obliga al PRI a definirse sobre las reformas deseables. Esto llevará a divisiones en el PRI -que ya pudimos vislumbrar en las respuestas aterradoras por su ignorancia e incoherencia como las de Peña Nieto desde Roma-, o a lugares comunes o francas tonterías como las que escuchamos de parte del PRD y otros dirigentes del PRI en las Cámaras. Ahora quien lleva la batuta es Calderón.
Tercer motivo: si logra la aprobación de alguna de estas reformas, y obviamente si las logra todas antes de 2012, entregará al siguiente Presidente un Estado reformado y capaz de gobernar, no sólo de administrar. Pero si no lo logra por la oposición recalcitrante del PRI y del PRD podrá transformar la elección del 2012 -como lo he dicho solo y con Manuel Rodríguez Woog en estas páginas; y con Héctor Aguilar Camín en Nexos- en un referéndum sobre un programa para el futuro de México. Si Calderón no puede sacarlas, pero se decide a hacer campaña por éstas y otras reformas, le abre la puerta al candidato del PAN, cualquiera que sea, para que haga lo mismo y con posibilidades reales de lograr otra victoria.
Se puede discrepar de tal o cual detalle del paquete. Me parece que la forma en que está planteado el referéndum para cambios constitucionales es retorcida; me parece que hay desequilibrios entre reformas de fondo como la reelección, la segunda vuelta y el propio referéndum, con asuntos técnicos menores como la fecha de la elección legislativa o las llamadas leyes guillotina. Pienso, por ejemplo, que debe ponerse como base para conservar el registro de un partido el 5% y no en el 4% de la votación, como lo apuntamos con Héctor Aguilar Camín en Nexos, pero es lo de menos. Lo de más, en mi caso particular, es la enorme satisfacción que siento al comprobar que la lucha por las candidaturas independientes finalmente coincide con el Ejecutivo, en lugar de ser combatidas frontal y sistemáticamente por él. Gracias al trabajo, inteligencia, esfuerzo y perseverancia de Gonzalo Aguilar Zinser, Fabián Aguinaco, Santiago Corcuera, Federico Reyes Heroles y muchos otros, parece que logramos pasar de que se nos echara la caballería en Costa Rica hace un año y medio ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a que ahora Calderón haga suya una propuesta que, ni él ni Fox, jamás debieron haber combatido. El umbral del 1% de firmas es muy alto, ojalá lo revisen, pero aún así y aunque no se apruebe, el que Felipe Calderón hoy abrace una causa ciudadana que combatió es motivo de amplio reconocimiento de mi parte hacia él. De nuevo en hora buena, y bienvenido al bando ciudadano.
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